domingo, 1 de febrero de 2015

musulmanes
Por Alberto Ramos |
“Paris siempre será Paris”, cantaba, optimista, Maurice Chevalier, hace poco más de medio siglo atrás, cuando nadie se imaginaba lo efímero que todo puede llegar a ser. Entonces Francia era Francia, los hombres hombres, las mujeres mujeres y el futuro todavía tenía sentido.
Todo pasa, nada permanece. O mejor dicho, a veces las cosas me mantienen en su forma original pero su contenido cambia de forma tan drástica que nada ya es igual a lo que fue.
Woody Allen, tal vez el más francófilo de los cineastas norteamericanos, acaba de darse cuenta de esa triste fatalidad en una reciente visita a la ciudad de sus sueños.
En una entrevista dada a una cadena radiofónica, Woody Allen ha echado de la boca esa amarga verdad que el poeta aconseja no guardar para sí. Woddy Allen lamenta no haber encontrado en esta ocasión el encanto que siempre lo atrajo irresistiblemente hacia Paris.
“Miraba Paris, y me decía qué fantástico era que la humanidad hubiera construido una ciudad así: las calles, la arquitectura, los árboles, la manera que tienen los parisinos de vestirse, de comer, de comportarse. Todo era señal del más alto grado de civilización. Perder la más mínima porción de esto es terrible. Desgraciadamente, Paris ha perdido parte de sus bellezas. La arquitectura y el urbanismo siguen siendo igual. Pero el espíritu ha cambiado.”
Lo más decepcionante para él es la evolución penosa de los barrios históricos más hermosos que él tiene por costumbre visitar cuando viene a la capital de Francia.
“Si los artistas de los años 20 del siglo pasado vieran los Campos Elíseos de hoy, pienso que les daría una crisis cardiaca. El cambio de esos lugares es una tragedia. Francia siempre ha sido el símbolo de las más elevadas ambiciones humanas en el terreno artístico y cultural. Cuando se mira a Francia, uno se dice: He aquí lo más elevado que el hombre ha logrado en materia de arte, de arquitectura, de moda, de saber vivir”. Y entonces vemos en lo que se han convertido los Campos Elíseos, y eso es para mí un crimen contra el espíritu y la cultura francesa. Debería ser declarado crimen nacional.”
“Siempre nos quedará Paris”, le dice Humphrey Bogart (otro optimista) a Ingrid Bergman al despedirse de ella para siempre en el aeropuerto de Casablanca. Éste tampoco se imaginaba lo que estaba en camino. Afortunadamente para él, ya no está aquí para sufrir esa decepción. Ya no nos queda ni Paris.
Francamente ignoro qué es lo que realmente ha decepcionado tanto a Woody Allen (y hubiera hecho jurar en arameo al bueno de Bogart si hubiera regresado a a la Cuidad Luz), pero no me extrañaría nada que el aspecto de la decadencia parisina que más le ha mortificado debe parecerse mucho a esto. Se admiten apuestas.

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